
Alerta: Los seres humanos están expuestos a
microplásticos y nanoplásticos través de los alimentos, el agua potable y el aire. Pueden entrar en los órganos del cuerpo e incluso al cerebro y ahora se sospecha que el consumo de alimentos ultraprocesados puede favorecer ese ingreso.
El plástico forma parte de nuestra cotidianidad y resulta complejo concebir una realidad sin estos materiales. Su cantidad es tan elevada en el medio ambiente que nos encontramos inmersos en una exposición constante, lo que conlleva que estén presentes en varios órganos de nuestro cuerpo, incluido nuestro preciado cerebro. Pero ¿de qué manera llegan los plásticos hasta nuestro cerebro y qué efectos podrían tener sobre nuestra salud mental?
¿De qué manera llega el plástico hasta nuestro cerebro y qué efectos podría tener sobre nuestra salud mental?

El aumento desmedido en la producción y uso de plásticos ha llevado a una creciente preocupación por su potencial impacto en nuestro organismo. No pueden degradarse fácilmente, lo que acarrea un nuevo problema: su descomposición en partículas cada vez más pequeñas.
Los desechos plásticos se fragmentan en microplásticos, y estos a su vez en nanoplásticos, a través de su exposición constante a los rayos solares o al agua marina. Los microplásticos se definen como partículas de menos de 5 milímetros de tamaño, mientras que los nanoplásticos son aún más pequeños, con dimensiones inferiores a 0,001 milímetros.
Debido a su tamaño diminuto y su persistencia en el medio ambiente, se han encontrado en prácticamente todos los ecosistemas del planeta, desde el fondo marino hasta el aire que respiramos. En el mar, estos fragmentos son consumidos por organismos como el plancton y otros invertebrados para terminar en peces, aves y mamíferos, ingresando así en la cadena alimentaria hasta llegar al ser humano.
Microplásticos: La invasión silenciosa a tu cerebro

Los microplásticos y los nanoplásticos son diminutas partículas que derivan del desgaste de artículos plásticos o de productos diseñados deliberadamente en microescalas.
Un adulto puede llegar a tener el equivalente a una cuchara de plástico estándar en los tejidos del cerebro, según demostró un estudio publicado en la revista Nature Medicine en febrero pasado (2025), que generó un alarma global.
La fragmentación de los plásticos da lugar a diversas categorías según su tamaño, incluyendo macroplásticos, mesoplásticos, microplásticos, definidos como aquellos con dimensiones inferiores a 5 milímetros, y nanoplásticos, cuyas partículas son submilimétricas, de acuerdo con especialistas de la UNAM.
Los micro y nanoplásticos pueden atravesar todos los órganos, incluso membranas celulares.
De acuerdo con un estudio publicado en ScienceDirect sobre la exposición a microplásticos, la exposición a microplásticos de poliestireno, muy usado en envases de alimentos, termos y artículos de un solo uso, puede afectar el hipocampo, la región que controla la memoria a corto plazo.
Ante esta preocupante realidad, la presencia de micro y nanoplásticos plantea serias interrogantes sobre su impacto a largo plazo en la salud humana. Por lo que es muy importante tomar medidas para mitigar la exposición a los químicos del plástico.
Ahora, los editores de la revista Brain Medicine decidieron publicar cuatro artículos para comunicar las pruebas sobre el problema: los microplásticos de los alimentos ultraprocesados pueden estar acumulándose en el cerebro de las personas.

Eso significa que el ingreso de las partículas a través del uso y el consumo de ultraprocesados podría estar contribuyendo potencialmente al aumento de las tasas mundiales de depresión, demencia y otros trastornos mentales.
En diálogo con Infobae, Martín Blettler, doctor en biología e investigador en contaminación por plásticos del Conicet en el Instituto de Investigación y Desarrollo en Bioingeniería y Bioinformática (IBB), en la localidad de Oro Verde, Entre Ríos, Argentina, consideró que ya hay evidencias sobre el impacto de las partículas plásticas en la salud humana y el consumo de ultraprocesados.
“Para prevenir ese impacto, es necesario adoptar un enfoque integral que abarque la producción, el consumo y la regulación, todo basado en resultados de la investigación científica”, comentó el científico.
Microplásticos y nanoplásticos atraviesan la placenta y la barrera hematoencefálica
Los microplásticos y nanoplásticos tienen la capacidad de atravesar las barreras biológicas, incluidas la placenta, esa vital estructura que provee de oxígeno y nutrientes a los fetos, y la barrera hematoencefálica, que regula el intercambio de moléculas en el cerebro. Este hecho, además de sorprendente, es de extrema preocupación, porque la barrera hematoencefálica es uno de los mecanismos cruciales que hemos desarrollado los seres humanos para impedir el paso de toxinas, patógenos y cualquier agente que pueda provocar daños en el sistema nervioso.
Envases
Más sorprendente aún es la rapidez con la que atraviesan la barrera hematoencefálica. Estudios en animales han demostrado que la ingesta en la bebida de microplásticos de poliestireno, muy usado en envases de alimentos, bolsas y artículos de un solo uso, llegó hasta el cerebro en tan solo dos horas, afectando a la conducta de los animales, y comenzaron a depositarse en el cerebro al cabo de siete días.

En los alimentos, el agua y el aire
En los humanos, los microplásticos y nanoplásticos pueden ingresar al cerebro a través de varias vías, como el consumo de alimentos y agua contaminados, la inhalación de aire contaminado o la migración a través de las terminaciones nerviosas en la piel. No se sabe aún cómo los plásticos afectan al cerebro, pero sí sabemos que muchas sustancias químicas que se encuentran en varios tipos de plástico son carcinógenos, vinculados a efectos negativos para la salud.
Enfermedad de Alzheimer
También se desconoce la cantidad exacta de microplásticos y nanoplásticos que llegan al cerebro humano, pero es importante destacar que estas partículas tienen un potencial acumulativo en el cuerpo. Con el tiempo, la exposición repetida a estas partículas puede llevar a una carga plástica significativa en el cerebro, lo que aumenta el riesgo de daño crónico, de inflamación, trastornos neurológicos a largo plazo e incluso enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer. Estas partículas han demostrado tener efectos tóxicos directos sobre las células cerebrales, incluida la disrupción de la señalización intracelular y el mantenimiento de sinapsis, lo que puede tener consecuencias negativas en nuestros procesos de aprendizaje y la memoria.
Una conexión preocupante
La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa progresiva. Aunque su causa exacta aún no se conoce por completo, diversos estudios sugieren que los factores ambientales podrían desempeñar un papel importante en su desarrollo. Se sabe que existe una interacción entre los microplásticos y las proteínas beta-amiloide, lo que puede contribuir al deterioro cognitivo característico de la enfermedad de Alzheimer. Aunque la relación entre los microplásticos y la enfermedad de Alzheimer es un campo de investigación emergente, los hallazgos actuales sugieren que existe una conexión preocupante entre ambos. Sin embargo, es importante destacar que aún se requiere una investigación más exhaustiva para comprender completamente los mecanismos y el alcance de esta relación.
Los efectos de los plásticos en el cerebro humano representan un desafío emergente para la salud pública. A medida que se van acumulando las evidencias sobre los efectos perjudiciales de estas partículas en el cerebro, es crucial tomar medidas para reducir la producción y liberación de plásticos en el medio ambiente.
BPA y ftalatos: Los químicos plásticos y su neurotoxicidad
Los bisfenoles, como el BPA (bisfenol A), y los ftalatos, utilizados como plastificantes en una amplia gama de productos, pueden migrar o filtrar estos materiales hacia los alimentos, el agua y el polvo ambiental.
La principal vía de exposición humana ocurre a través del consumo de alimentos y bebidas que han estado en contacto con recipientes fabricados con estos compuestos, como envases de plástico, latas revestidas y botellas de plástico.
De acuerdo con Green Science Policy Institute, la exposición temprana al BPA se relaciona con asma y problemas de desarrollo neurológico como hiperactividad, ansiedad, depresión y agresividad en niños y adolescentes.
En adultos, la exposición al BPA se asocia con diferentes tipos de cáncer, enfermedades cardíacas, alergias y pueden imitar o bloquear las hormonas.
Es por ello que se recomienda optar por recipientes de vidrio, porcelana o acero inoxidable, así como evitar el agua embotellada y optar por agua ultrapurificada, libre de contaminantes y microplásticos.
Hormonas alteradas: El impacto del plástico en el desarrollo cerebral
La creciente preocupación global por la contaminación plástica se centra cada vez más en los aditivos y químicos del plástico que representan una amenaza para la salud humana y el medio ambiente.
Un informe integral de la Sociedad de Endocrinología detalla cómo muchas de estas sustancias son disruptores endocrinos (EDCs) que pueden causar una amplia gama de efectos adversos.
Por ejemplo, diversos tipos de cáncer, diabetes, problemas renales, hepáticos y tiroideos, desórdenes metabólicos, impactos neurológicos, inflamación y alteraciones en el desarrollo reproductivo, con posibles consecuencias intergeneracionales.
Los hallazgos que alarman

“El aumento de los niveles de microplásticos y nanoplásticos (MNP) en el tejido cerebral humano es alarmante, sobre todo en pacientes con demencia”, escribieron en uno de los artículos publicados en Brain Medicine, editada por Genomic Press, los científicos Nicholas Fabiano, Brandon Luu, y David Puder, que pertenecen a instituciones de Canadá y Estados Unidos.
Reconocieron que “es probable que evitar por completo la exposición a los nanopartículas siga siendo un objetivo inalcanzable debido a su ubicuidad en el ambiente”, pero ya existen estudios que indican que podrían desarrollarse vías viables para disminuir la ingesta dietética o mejorar la eliminación.
Qué son los alimentos ultraprocesados

Los alimentos ultraprocesados, según la definición del sistema de clasificación Nova, son productos alimenticios altamente industrializados que incluyen ingredientes extraídos o sintetizados, como conservantes, colorantes o sabores artificiales.
Ejemplos comunes son los refrescos o gaseosas, las comidas instantáneas y los alimentos precocidos como nuggets de pollo.
Los microplásticos llegan a los alimentos ultraprocesados a través de sus procesos de fabricación y empaquetado.
Ese tipo de productos presentan concentraciones significativamente más altas de microplásticos en comparación con los que no son procesados.

Por ejemplo, ya se detectó que los nuggets de pollo (que son empanizados y fritos) contienen hasta 30 veces más microplásticos por gramo que la pechuga de pollo sin procesar.
Fabiano y otros investigadores postulan que los microplásticos podrían ser un factor determinante en los resultados negativos de salud mental asociados al alto consumo de ultraprocesados.
Ya se han realizado estudios en animales y en cultivos celulares que demostraron que los microplásticos inducen estrés oxidativo y alteraciones en el metabolismo celular y en el sistema inmune.

Estos mecanismos también se han relacionado con trastornos del sistema nervioso central, como la depresión.
Además de los microplásticos, los ultraprocesados pueden afectar la salud mental por su perfil nutricional. Tienen una baja densidad de nutrientes, un alto contenido calórico y químicos asociados a la inflamación y el estrés oxidativo.
Por otro lado, dietas ricas en alimentos no procesados, como el modelo de dieta mediterránea, mostraron beneficios importantes para la salud mental.
En el marco del SMILES trial, se registraron mejoras notables en los síntomas depresivos de participantes que redujeron su ingesta de ultraprocesados y adoptaron una dieta rica en alimentos naturales.
Neurodesarrollo infantil: Vulnerabilidad ante los químicos plásticos
Un estudio de CHEM Trust revela la preocupante exposición diaria de niños a cócteles de químicos sintéticos presentes en muebles, envases y ropa, con evidencia científica que vincula estas sustancias a la interrupción del desarrollo neuronal.
De acuerdo con este estudio, las sustancias que tienen la capacidad de alterar las hormonas tiroideas esenciales para el desarrollo cerebral infantil son el Bisfenol A (BPA), el Bisfenol S (BPS) los ftalatos, los revestimientos antiadherentes y el perclorato, contaminante alimentario relacionado con fertilizantes.
La alteración de las hormonas tiroideas por exposición a ciertas sustancias químicas durante el desarrollo infantil puede acarrear graves consecuencias para el neurodesarrollo.
Esto se manifiesta en problemas de aprendizaje, déficit de atención e hiperactividad.
Además, se han observado impactos negativos en la función cognitiva, afectando la memoria y otras habilidades cruciales.
Propuestas y perspectivas futuras

Los investigadores sugieren desarrollar un Índice de Microplásticos Dietéticos (DMI) que permita cuantificar el consumo de microplásticos a través de la dieta y estudiar sus impactos longitudinales en la salud mental.
Si bien los estudios hasta la fecha son preliminares y la mayoría se basa en modelos animales o datos observacionales, la relación entre ultraprocesados, microplásticos y salud mental merece mayor atención.
“A medida que aumentan los niveles de ultraprocesados y microplásticos, y con ellos los problemas de salud mental, es crucial seguir investigando esta interacción”, señalaron.
Es decir, los alimentos ultraprocesados no solo contribuyen a la exposición a los microplásticos, sino que también podrían agravar sus efectos adversos en la salud mental.

Estas evidencias sugieren la necesidad de redirigir hábitos alimenticios hacia opciones más naturales para reducir riesgos y mejorar el bienestar general.
De acuerdo con el doctor Blettler, se debería reducir el uso de plásticos en el procesamiento, envasado y almacenamiento de alimentos. Mientras tanto, “se debería promover el uso de materiales alternativos más seguros”, dijo a Infobae.
Asimismo, es fundamental “desarrollar normas que establezcan cuáles son los límites máximos aceptables de microplásticos en alimentos. Aún no hay casi avances sobre ese aspecto”, resaltó.
Los consumidores deberían “priorizar la ingesta de alimentos frescos y mínimamente procesados, evitar calentar comidas en envases plásticos y fomentar la educación sobre los riesgos asociados a los alimentos ultraprocesados”, aconsejó el investigador del Conicet.
Además, sostuvo que “las políticas públicas deberían incorporar el problema en las agendas de salud y alimentación, al exigir mayor transparencia a la industria alimentaria y al promover cambios estructurales en la forma en que producimos y consumimos alimentos”.

También en la revista Brain Medicine, investigadores de Alemania, Suiza, y Reino Unido, con Stefan Bornstein como primer autor, propusieron un potencial método para remover las partículas plásticas del organismo.
Se trata de la “aféresis terapéutica extracorpórea”, una técnica que filtra la sangre fuera del cuerpo, y podría tener el potencial de eliminar las partículas microplásticas de la circulación humana.

“Aunque tenemos que reducir nuestra exposición a los microplásticos eligiendo mejor los alimentos y los envases, también necesitamos investigar cómo eliminar estas partículas del cuerpo humano”, señaló Bornstein.
“Nuestros primeros hallazgos sugieren que la aféresis podría ofrecer una posible vía para la eliminación de microplásticos, aunque se necesita mucha más investigación”, reconoció.
Alternativas y acción: Protege tu cerebro del plástico
Si bien la ubicuidad de los plásticos en la vida moderna dificulta la eliminación total de la exposición, existen decisiones cotidianas significativas para minimizar el impacto.
Estas son algunas estrategias clave para reducir la exposición a químicos del plástico:
1. Erradica el uso de plásticos de un solo uso: es mejor optar por alternativas reutilizables como botellas de agua de vidrio o acero inoxidable, tazas de cerámica, bolsas de tela para compras, y recipientes de vidrio para almacenar alimentos en lugar de envoltorios plásticos.
2. Mantén una buena ventilación en el hogar y aspira regularmente: es importante prestar especial atención a rincones y alfombras donde se acumula el polvo cargado de microplásticos, lo que ayuda a disminuir la inhalación e ingestión de estas partículas.
3. Elige productos frescos a granel en lugar de aquellos envasados en plástico: hoy existen muchas opciones para comprar a granel alimentos como semillas, leguminosas, frutos secos, entre otros productos que se pueden almacenar en recipientes de vidrio o acero inoxidable.
4. Evita el agua embotellada y bebidas envasadas: el agua embotellada representa una amenaza a la salud ya que está comprobado científicamente que contiene partículas de plástico que se filtran al agua, especialmente si se almacenan durante mucho tiempo o se exponen a la luz solar directa.
5. Opta por productos de cuidado personal y cosméticos libres de plástico: busca productos lo más naturales posibles. Opta por alternativas sólidas como shampoos y acondicionadores en barra, jabones artesanales y pastas de dientes ecológicas.
También puedes buscar maquillaje libre de plásticos y desodorantes naturales. La clave está en leer etiquetas, elegir marcas sostenibles y preferir ingredientes naturales que suelen venir en empaques más ecológicos, lo que reduce significativamente la exposición a los químicos del plástico.
En casa, puedes tomar acción para mitigar los efectos nocivos del plástico. Con estas medidas sencillas y efectivas, cuida tu salud cerebral y protege a tu familia de los microplásticos.

Y, la solución es también más integral, ¡cuidando el ambiente!. Evitando arrojar plástico (y culaquier otro tipo de desecho sólido) en los lugares naturales que visitamos (playas, montañas, etc) e incluso, sumarse a aquellas personas voluntarias que recolectan la basura que otros dejan en lugares naturales.
Créditos bibliográficos